La impresión 3D vino para quedarse. Todavía no es ubicua y aún plantea grandes desafíos por sus altos costos, ciertas limitaciones técnicas y varios obstáculos para producir en serie. Pero los avances desde 2011 han sido cuánticos. En la prestigiosa publicación británica The Economist recuerdan el camino recorrido desde aquel año, cuando con su nota “Print me a Stradivarius” (imprímeme un violín Stradivarius) compararon la nueva tecnología de fabricación y sus implicancias en la economía con la irrupción de la imprenta o la máquina de vapor.

“La impresión 3D es furor a nivel mundial, con materiales como las células madre, la madera y el plástico”, afirma Daniel Righetti, coordinador de Innovación Académica de la UCA y responsable del laboratorio de la universidad que cuenta con una impresora 3D con la que estudiantes de Medicina y Comunicación Publicitaria se inician en sus prácticas. Solo para dar un par de ejemplos, en Estados Unidos, en su laboratorio del Instituto Wake Forest, el médico Anthony Atala creó vaginas cultivando células de las pacientes que recibieron luego los trasplantes y en Holanda se inauguró a fin de 2017 el primer puente del mundo “impreso” en tecnología tridimensional, con 8 metros de largo y 800 capas de hormigón.

La consultora Gartner, que identifica las nuevas tecnologías haciendo una estimación del ritmo al que evolucionarán hasta su adopción generalizada, dio especial relevancia a la impresión 3D. Por su parte, las grandes corporaciones están cuidándose de aprender la lección y no quedar afuera. En los años sesenta, muchas fueron testigo de la aparición de la informática y de Internet, pero al no anticipar la industria emergente, no participaron en ciertos negocios y quedaron luego relegadas en el ranking de las empresas más poderosas del planeta. De hecho, de las nacidas a principios del siglo XX, General Electric pudo mantenerse en la cima. Otras líderes actuales, como Apple, Google y Microsoft, se fundaron todas después del 60.

La Argentina, comparada con los demás países de la región, se encuentra en una situación ventajosa respecto del desarrollo de esta tecnología, si bien tiene importantes limitaciones presupuestarias y los casos de éxito son por ahora acotados. “En la Fundación Favaloro ya se ‘imprimen’ en tres dimensiones réplicas de tumores bronquiales que permiten estudiarlos antes de la cirugía. Así se optimiza la operación, se acelera el tiempo de recuperación del paciente y en muchos casos se salva un pulmón”, señala como ejemplo paradigmático Righetti.

Ahorro para las empresas

La fabricación aditiva, así se denomina técnicamente, ofrece ventajas especiales para crear ítems customizados. Por ejemplo, permite fabricar repuestos que no se consiguen en el país, provocando una suerte de sustitución de importaciones y resolviendo un problema muy común entre las pymes locales. “Un empresario con hilandería en Buenos Aires hoy fabrica los repuestos para una máquina muy antigua alemana con su impresora 3D a bajo costo”, explica Federico Bertoli, gerente general de Hornero 3DX, compañía dedicada a servicios integrales de impresiones 3D. En el pasado, tenía que encargar los repuestos en Alemania, pagar una cifra importante y abonar además el costo del envío y la importación. Con la impresora 3D estos gastos, y el tiempo de espera, quedaron atrás.

Por su lado, Jorge Leporati, coordinador del Laboratorio del Centro de Prototipado del ITBA, cuenta que la universidad está armando junto con el INTI una red de impresión 3D y manufactura aditiva justamente para dar a conocer estos procesos y sus beneficios entre las industrias. “Queremos mostrarles cómo, por ejemplo, al poder detectar errores en las primeras etapas del diseño del producto y no hacia el final, es posible ahorrar tiempo, herramientas y prestigio”, precisa el diseñador industrial.

“Algunas fábricas del país están fabricando piezas para sus líneas de producción y servicios con impresoras 3D”, agrega Bertoli. “Es el caso de las manos personalizadas para brazos robóticos que se usan para montar autopartes”, ejemplifica. Según el ingeniero aeronáutico, “si esta tecnología no se utiliza más en la Argentina es porque aún no es lo suficientemente conocida entre profesionales, industriales y artistas”.

Otro ahorro que trae aparejado esta tecnología es de materia prima. Existen varios modos de imprimir objetos en 3D, pero todos tienen un denominador común: en vez de cortarlos y moldearlos como se hace en una fábrica convencional en que se sustrae el material hasta llegar a la forma buscada, con una impresora 3D se empieza sin nada y se va agregando material por partes y en capas sucesivas según instrucciones de un programa de computación. Así, casi no se desperdicia material y además el producto no tiene límites de tamaño, como el que imponen los clásicos moldes.

Bueno, bonito y barato

Ya existen impresoras 3D para uso doméstico que impactarán en la vida diaria de la mayoría, y en la desaparición de ciertos negocios cuando sean más económicas. Paula, por ejemplo, lleva puestas unas chatitas que por lo elegantes podrían ser de la icónica casa francesa Chanel, pero que hizo ella misma con su impresora 3D en su casa. Cuenta en el testimonio que da que en el mundo se está trabajando contra reloj para producir también en impresión 3D alimentos y automóviles.

“Hoy, la impresora de Paula cuesta 3000 dólares, pero cuando salga 900 cada familia tendrá la propia. Por eso hay grandes casas de deportes que dejarán de fabricar las zapatillas y solo se dedicarán a diseñarlas”, afirma Claudio Fernaud, director de Stanton Chase de Buenos Aires y Montevideo, en la conferencia sobre el futuro del trabajo, de las empresas y de los recursos humanos organizada en el Consejo Profesional de Ciencias Económicas de la Ciudad de Buenos Aires.

En la misma línea, en una nota reciente The New York Times describe una escena en la que un hombre rompe un vaso de agua en su casa y no tiene que ir a reponerlo afuera, sino que lo reemplaza con su impresora hogareña. ¿Gana el consumidor y cierra el bazar de la vuelta?

La manufactura aditiva, asegura The Economist, está tomando cada vez más velocidad y produciendo ítems más y más complejos. A su vez, algunas limitaciones que aún plantea, como la dificultad para producir en serie, se están subsanando. “New Balance y Adidas, empresas de producción masiva, ya se animaron a hacer un calzado con una suela que solo puede fabricarse con impresión 3D, aunque todavía no esté en su punto óptimo”, ilustra Leporati.

John Hart, un profesor del MIT que dicta cursos de posgrado de impresión 3D desde 2013, considera que la manufactura aditiva es crítica para el crecimiento económico mundial. “La convergencia de innovaciones en robótica, inteligencia artificial, instrumentación, materiales avanzados y nuevos procesos está haciendo posible que los sistemas de producción sean más ágiles, eficientes y digitalizados. La manufactura aditiva es un pilar de la fábrica del futuro”, sentencia.

Tiene un carácter disruptivo que se desprende, primero, de la digitalización de bienes que solían ser físicos. “El diseño de los bienes pasa a ser más relevante que los bienes en sí por lo cual, además de comercializarse los bienes, cobra importancia el intercambio de los archivos digitales”, indica el informe Impresión 3D. Impactos en la producción y el comercio internacional, del Intal. También, en la fabricación digital se puede producir de forma eficiente en pequeña escala. Según el doctor en Ingeniería de la Universidad de Leeds Azael Cortes, “la mayoría de los productos actuales no están diseñados para ser impresos en 3D y en algunos casos necesitarán no solamente ser rediseñados, sino también reimaginados”.

Fuente:

Loris María Bestani para lanacion.com.ar
Ilustración: Max Aguirre